A TRES CALADAS DE OLVIDARTE
El desamor es como un cigarrillo. Arde a la hora de encenderlo, y calada a calada notas como poco a poco te va consumiendo hasta que solo quedan cenizas.
Ciertamente es así, el desamor empieza en cualquier momento y de cualquier manera, puede que con una gran explosión, o con algo tan insignificante como el click de un mechero. Pero poco a poco, vas sintiendo como te llena el pecho, te ahogas, cada vez cuesta más respirar y es entonces cuando te das cuenta de que vives en una constante nube de humo que no te permite ver más allá de ella.
Entre calada y calada, lo dejas en el cenicero, para reposar, para que no queme tanto, para intentar que duela menos. Pero es imposible, somos tan adictos al amor como al desamor y aunque sepamos que va a matarnos necesitamos encenderlo de nuevo y sentir como nos rasca la garganta, como nos quema el alma lentamente.
No conocemos la razón de por qué lo hacemos. Quizás el desamor es la metadona del amor, necesitamos consumir nuestra dosis diaria para pasar el mono, pero al menos sabemos que poco a poco, calada a calada, se irá consumiendo hasta quedar en simples cenizas.
El momento clave es cuando ya te lo has fumado todo y llegas a las letras; es ese instante en el que te miras al espejo y decides si quieres seguir en ascuas o tirar la colilla, si prefieres acabar con ello o consumirte hasta que solo te quede el filtro. Aunque también tienes la opción de sacar otro de la caja y seguir en la misma rueda de fuego, humo y cenizas.
Pero no, hoy he decidido fumarme el tiempo, llenar mis pulmones de momentos y experiencias de esas que te dejan sin respiración, que el humo me emborrache y que no me deje en el colillero. Por lo tanto, no me desespero, porque tanto tú como yo sabemos que estoy a tres caladas de olvidarte.
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